sábado, 17 de mayo de 2014

“¡QUE NO TIEMBLE VUESTRO CORAZÓN! CREED EN DIOS Y TAMBIÉN EN MI...SI NO, CREED A LAS OBRAS.”

LA PALABRA: Jn 14,1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» 
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto 
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» 
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»
 Nos esperan allá arriba. No nos apeguemos a las cosas de abajo. 
 Vivamos para servir. Es así como se compra el cielo. P. Alberto Bustos. 
   
 
Os llevaré conmigo” No hay como tener fe para ser felices. Cumplamos los años que cumplamos aquí, en la tierra; pasemos por las calamidades (incluida la muerte) que tengamos que pasar; Alguien que vivió en  este mundo nuestro y padeció lo indecible y nos quiere con locura se ha ido al cielo para prepararnos allí un lugar.
            “Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros”.
            ¿Quién es ese Dios que nos espera con los brazos abiertos? Conviene que hagamos memoria. Un día ese Dios en quien creemos compuso lo que alguien ha llamado la Sinfonía de los seis días. “Y dijo Dios: que exista la luz. Que haya un firmamento. Produzca la tierra vegetación. Que haya luceros en el firmamento. Que bullan las aguas de animales vivientes. Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Y vio Dios que todo era bueno.
            Dios sigue viviendo en el cielo. Y cuando el hombre echó a perder la maravillosa obra de la Creación, cuando el hombre decidió esconderse, desaparecer incluso, estropear la Sinfonía de los seis días; entonces fue el mismo Dios quien, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre. Eso sí, siempre por amor al hombre.
            Con la Encarnación aparece de nuevo la belleza de Dios sobre la tierra. Dios no se ha limitado a dejarse oír: “Adán, ¿dónde estás?”  Dios se ha dejado ver. En Jesucristo se ha hecho “rostro”. Cristo es el icono, el rostro de Dios.
            Hoy acabamos de leer en el evangelio que “En aquel tiempo Jesucristo (rostro de Dios) dijo a sus discípulos: cuando me vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo esté estéis también vosotros”
            Nuestra morada definitiva es el cielo. Procuremos despegarnos de aquello que nos ata a la tierra. Huyamos del pecado. Pongamos los ojos en aquel que nos ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y al vida. Nadie va al Padre sino por mí”
            Fijémonos también en sus gestos. Cuando en el evangelio vemos que Cristo concede sus preferencias  a los pequeños, que muestra su compasión por los que sufren, que concede ampliamente el perdón a los pecadores, que atiende a los marginados, que no esconde sus simpatías por los últimos, que se mantiene al margen de los poderosos, que agradece los pequeños gestos de delicadeza; estamos adivinando el rostro de Dios. ¡Dios es así!    
            Por eso cuando el Apóstol Santo Tomás le dice a Jesús: ”Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”
            También a nosotros nos manifiesta Cristo su queja: Llevo tanto tiempo con vosotros y todavía no os habéis decidido a romper la otra imagen. Sólo adivinando en el que sufre, en los limpios de corazón, en los misericordiosos mi imagen, aprenderéis a conocerme a mí. A “ver “ a Dios.
            Tenemos que esforzarnos en vivir alegres, ilusionados, entregados a los demás.  La vida se nos da y la merecemos dándola. Quien entrega su vida por amor la gana para siempre, dice el Señor.
            Alguien que vivió este programa se nos ha adelantado y ha subido al cielo para prepararnos un sitio. Lo de menos es la fecha. Lo maravilloso es la compañía: vivir junto a Dios por toda la eternidad.   

            Y eso es lo nuestro.

ORAMOS JUNTOS:
Sal 32,1-2.4-5.18-19

R/.
 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, 
como lo esperamos de ti

Aclamad, justos, al Señor, 
que merece la alabanza de los buenos. 
Dad gracias al Señor con la cítara, 
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
Que la palabra del Señor es sincera, 
y todas sus acciones son leales; 
él ama la justicia y el derecho, 
y su misericordia llena la tierra. R/. 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 
en los que esperan en su misericordia, 
para librar sus vidas de la muerte 
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
PARA REFLEXINAR:
“¡QUE NO TIEMBLE VUESTRO CORAZÓN!  CREED EN DIOS Y TAMBIÉN EN MI.” Dice el Señor.Nadie nos conoce mejor que Él.. Es perfectamente consciente de nuestras virtudes y de nuestras flaquezas. Y por eso nos alienta, nos prepara para recibir el Espíritu Santo.
Imagináos si ya lo hizo con los discípulos, con personas que le conocieron, le siguieron y compartieron su camino, ¡QUÉ NO HARÁ POR NOSOTROS!
“SI NO, CREED A LAS OBRAS.” Nos conoce tanto, parlanchines incumplidores, que si no damos valor a la palabra, a SU PALABRA, porque nuestra palabra no la tiene, nos dice que nos fijemos en SUS OBRAS.
Por eso yo me levanto cada día, “pico y pala”,y a la OBRA… yo no soy solo maestro. Yo estoy en la “nómina” del Señor. No hay escusa para no ponerse en camino.
Creo en los dolores de espalda y de cabeza, en el agotamiento, en las voces inútiles,en el desgaste de la pelea diaria, en la incomprensión de la sociedad  y en el descrédito de nuestra vocación como pago a nuestra ENTREGA. Si así costruimos el Reino, no dudemos en ser TELLISTAS “CELIACOS”: “EL QUE RESISTE…¡GANA!” Y ofrezcamos nuestro SACRIFICIO… al SERVICIO del prójimo. Sea nuestro alimento Jesús Eucaristía y nuestra fuerza el ESPÍRITU.
“Seamos el sonido del mar que descubren los niños en las caracolas”… no puedo imaginar un honor más grande, ni un puesto de mayor responsabilidad. ¡AMÉN!

¡ÁNIMO Y ADELANTE!











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